lunes, 12 de septiembre de 2011

Risas y dudas


No mucho tiempo atrás, nuestra Presidente comentó lo mucho que la había hecho reír volver a ver un viejo programa de Tato Bores, y hasta afirmó muy risueña que, de haber estado aún vivo el actor, seguramente sería kirchnerista...discrepando con la opinión presidencial (algo más que inusual en el devoto y dócil "staff" gubernamental) el ministro del Interior manifestó que Tato había hecho muy poco contra la dictadura, a través de su clásico personaje de la peluca, los anteojos, el frac y el cigarro.
Y uno piensa que no fueron muchos los que se animaron, a través de los medios audiovisuales, a enjuiciar humorísticamente a los gobiernos militares, y a sembrar así en el auditorio opiniones que, bajo un manto risible, contenían conceptos duros, a veces hasta lapidarios...Tato tenía como innatos dones  una hábil ubicuidad y  una certera precisión, y sus dardos verbales lesionaban al poder de facto tanto o más que un disparo directo.
No pocas veces, la palabra jocosamente camuflada es más precisa y más oportuna que el lenguaje directo y frontal, y la Historia brinda múltiples ejemplos, desde las sátiras griegas de Aristófanes y las romanas de Plauto en la antigüedad hasta, por citar una, en la Francia del siglo XVIII "Las bodas de Fígaro", de Beaumarchais, que provocaba la risa en la corte versallesca, sin que esa nobleza palaciega notara que se estaba riendo de una ácida crítica social hacia su propio ámbito aristocrático.
Más cerca ya de nosotros en el tiempo, la novelística, la dramaturgia, la cinematografía, dieron innumerables ejemplos de una cáustica crítica solapadamente disimulada en comedias, en epigramas, en refranes populares, en canciones, en chistes...el señor Ministro olvida, también en este caso, que en la Francia absolutista de Luis XIV un poeta apellidado Santeul, que aunque francés solía escribir en latín, acuñó la frase "Castigat ridendo mores" (que se podría traducir como "castiga, o corrige, las costumbres riendo") al referirse a la comedia, ya que según él el humor es tan útil como el rigor para efectuar correcciones conductuales..
Y, volviendo a Tato Bores, y a su aparente lenidad, según el Ministro, frente a la dictadura, uno recuerda cuantas personas sí hicieron poco, o nada, contra esa dictadura, y prefirieron por ejemplo dedicarse a negocios inmobiliarios y a gestiones hipotecarias muy redituables, en vez de proceder fácticamente contra el gobierno de facto, o de ocuparse de los derechos de ciudadanos encarcelados por sus ideas en el momento que era necesario, y no después.
Siguiendo con el tema de la risa, uno leyó en un artículo escrito por el secretario de Cultura de la Nación  donde éste manifiesta, con respecto al actual ministro de Economía y también candidato a la Vicepresidencia del país, que éste "es, sin duda, un hombre alegre, lleno de optimismo y energía positiva, de ningún modo superficial" (sic)... y uno piensa, ¿nada superficial?... ¿y qué indica su opinión de que la inflación sólo afecta a las clases medias altas?... ¿y qué evidencia su imitación manual de las orejas del Topo Gigio, estando al lado de nuestra Presidente, cuando ella, aunque se haya expresado con jocosidad, estaba frente al atril desarrollando un discurso presidencial televisado a todo el país?... tanto su evaluación sobre los efectos de la inflación como su manipulación auricular junto a la Presidente de todos los argentinos en momentos en que ella hablaba públicamente sugieren más bien "superficialidad" intelectual y conductual que profundidad racional e intelección aguda.
Uno tiene presente en el recuerdo algunos rostros con frecuencia sonrientes en el mundo de la política, y vienen aleatoriamente a la memoria el de Juan Domingo Perón y el de Jimmy Carter, por citar un par, pero en el caso en cuestión su permanente risa, ante toda circunstancia y en todo momento, descoloca no pocas veces al espectador.
Continuando con la nota del secretario de Cultura, más adelante él afirma que "en estos tiempos, la economía está subordinada a la política", lo que es bastante cierto, pero uno se anima a agregar que, a su vez, en estos tiempos mucho se subordina la política al partidismo, pues las banderías partidarias subordinan a la cosa pública (en latín, "res publica", lo que significaría la república), y todo lo demás "se pierde por mengua", invirtiendo el dicho evangélico de que todo lo demás se dará por añadidura.
Tal vez sea "futurología apocalíptica", como escribió el señor secretario (y ojalá lo sea) el planteo que uno se hace, pero ¿si por alguna eventualidad, como ya ha sucedido en el país en anteriores ocasiones, el vicepresidente debiera reemplazar a la Presidente por más tiempo del que podría demandar un viaje protocolar al extranjero, qué sucedería?... ¿podría él ocupar idóneamente la presidencia de la República como ella lo hace?... el candidato es, según el secretario, "un hombre alegre, lleno optimismo y energía positiva", y más adelante agrega que "no puedo imaginarlo sino a través de su alegre vitalidad y juventud espiritual, que metaforizan el nuevo clima de época" (sic)... y uno piensa, ¿eso basta, además de su firme fidelidad reconocida por nuestra Presidente, para suplantarla a ella en caso necesario?... uno tiene grandes diferencias ideológicas y fácticas con la actual gestión, pero no se le puede desconocer a la Presidente una innegable habilidad política y un seguro manejo ejecutivo.
Y también piensa, ¿el rock, las guitarras eléctricas, las motocicletas de alta cilindrada, no marcan en realidad un "clima de época no nueva", sino más bien cercana a los "road movies" y otros filmes de décadas pasadas, donde descollaban Peter Fonda, Patrick Swayze, Matt Dillon, Michael Rourke, y otros jóvenes actores?.
Uno desea estar equivocado, ya que su ascenso a la vicepresidencia es prácticamente un "fait accompli", y ante esta próxima realidad espera que su "futurología apocalíptica" no se concrete, que sea una fracasada predicción, y que el joven, aunque ya bastante maduro, actual ministro de Economía demuestre al acceder al nuevo cargo que uno incurrió en un error al minusvalidarlo para ejercer tan importante función.
Pablo Miquet

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