lunes, 27 de junio de 2011

En el actual período preelectoral, tal vez más intensa e insólitamente que en ocasiones anteriores recientes, el ciudadano se ve dislocado, descoyuntado por los avatares partidarios, que oscilan entre una repetición de la historia (tanto de la real como de la ficticia, propia del mundo teatral y del novelístico) y una creación inédita de acomodamientos coyunturales impensados, e impensables antes, en el ámbito político.

Desde el disperso y conflictivo conglomerado de la llamada "oposición" uno se asombra, y hasta se estremece, al ver entrelazar entre sí alianzas de candidatos que poco antes se descarnaban sangrientamente entre ellos, y ver también como se enfrentan atrozmente candidatos que ayer nomás marchaban codo a codo, al mejor estilo benedettiano, malquistados no infrecuentemente por motivos ridículamente fútiles... como uno suele repetir, una zaga de amores y aversiones, de lealtades y traiciones, que darían material abundante para las tragedias shakesperianas y/o para las comedias de enredos de Feydeau (cuyo vodevil "La pulga en la oreja" se está representando ahora simultáneamente en Buenos Aires por dos distintas compañías teatrales...¿intuición de los empresarios de teatro, en base a las situaciones hoy vividas?).

Y, desde el intraenfrentado mundo del oficialismo, el ciudadano se encuentra ante otras también inverosímiles situaciones que lo remontan al férreo manejo que Isabel I de Inglaterra manifestaba en sus personales decisiones de Estado, tales como la vista en la designación del candidato a jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, donde los tres postulantes esperaban (casi como a Godot en la pieza teatral de Samuel Beckett) la decisión mayestática que otorgase la candidatura al elegido, todo ello creando una tinellizada expectativa rayana a la distribución de la herencia paterna en "El gato con botas" de Perrault, o como la vista en la designación del candidato a la vicepresidencia del país, también rodeada de un clima efectista como para crear un suspenso más propio de un espectáculo de prestidigitación que de una decisión política... Ana María Bovo suele crear un clima parecido cuando relata oralmente textos literarios y leyendas populares.

Jugueteos desde ambos lados, oposición y oficialismo, con marchas y contramarchas, con gambetas y zancadillas, con ilusionismos hechicerescos y sobresaltos pasmosos... y, en el electorado, un desconcierto que va "in crescendo" y una decepción que no le va a la zaga... los golpes de efecto y los desenlaces sorpresivos pueden ser oportunos en una película de Alfred Hitchcock y en una novela detectivesca de Agatha Christie, pero no condicen con un planteo político en serio.

Pablo Miquet

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